LA MÚSICA COMO LENGUAJE
La música es un lenguaje simbólico y universal que hace posible la expresión de las emociones más profundas. Este recurso didáctico, configurado como un paisaje visual y sonoro, alude a la inmensa diversidad lingüística del mundo, una gran riqueza que
debemos preservar.La estimación
comúnmente admitida gira en torno a que unas 3.000 lenguas se encuentran
amenazadas en el mundo entero. Cada lengua del mundo es única. Con cada lengua
que se pierde, perdemos toda una cultura, una forma particular de ver el mundo.
A lo largo de los
años la música ha sido considerada como un lenguaje universal.Forma parte de la
cultura de todos los pueblos. Es un lenguaje hecho arte, más expresivo, si
cabe, que la propia lengua.Es creada por un
compositor, transmitida por intérpretes, escuchada y recreada por los oyentes
que la perciben, de diferentes maneras, destacando sensaciones que ni siquiera
el autor hubiera pensado.
Del carácter de la
música se hace eco Aldons Huxley en su famosa frase: “la música expresa lo
inexplicable”. Situaciones, sensaciones, sentimientos, se pueden expresar a
través de la música. La música, como el lenguaje escrito tiene sus pausas. Sus
acentuaciones y sus cadencias. Como dijo Aristóteles: ”la música expresa los
movimientos del alma”.
La música puede ser
interpretada de manera diferente por cada oyente, pero lo importante es que, en
cada uno suscita una respuesta. Incluso en ocasiones la respuesta es colectiva.
Pensemos en el primer día del año, cuando en Viena se interpreta la marcha
Radezhsy, de Johann Strauss. O cuando se escuchó
por primera vez el Aleluya del Mesías de Georg F. Haendel, en Inglaterra, la
emoción que los oyentes sintieron les hizo ponerse en pie, como homenaje a su
grandiosidad.
El arte musical tiene
tanto poder de transmisión de sentimientos e ideas que se utiliza en la
actualidad en todos los medios de
comunicación. Nuestro entorno está lleno de mensajes musicales.
La música es un
lenguaje. Tanto el lenguaje musical y Verbal sirven un mismo propósito , ambos
son formas de expresión :
-Una manera
comunicarse con otros
-Pueden leerse o
escribirse
-Pueden hacernos reír
o llorar
-Pensar o cuestionar
-Ambos pueden
inspirarte.
Pero un aspecto hay que tener muy claro: la música es un importante modo de comunicación y de comprensión dentro del mundo de la imaginación y lo sonoro, teniendo, por tanto, sus propias reglas y calificándose como un lenguaje eminentemente no-verbal. Es decir, las reglas musicales no pueden transferirse así como así a las que organizan el lenguaje verbal. Cada una de esas normas tiene su campo de acción. La música estaría más relacionada con los lenguajes verbales más abstractos, permitiendo a las personas la aproximación a las dimensiones más espirituales humanas.
Donde más se ve la interrelación entre música y lenguaje es precisamente en el canto. El aprendizaje de canciones permite acercarse al texto (discurso verbal), comprendiendo éste a través de la dimensión sensible que ofrece el soporte tímbrico, melódico y armónico de la propia música. El canto permite un acercamiento profundo al uso de la palabra en el lenguaje poético. Éste es uno de los aspectos claves en la vivencia de la musicalidad de la lengua.
Se podría decir, y parafraseando a Theodor Adorno, que la música es semejante al lenguaje, pero no es lenguaje, porque es sucesión temporal de sonidos articulados; y no es un lenguaje porque no constituye un sistema de signos, no tiene referencia a un ámbito de conceptos. Por otra parte, la música aspira a un lenguaje (de sonoridades y símbolos) sin intenciones, aunque significativa.
Es importante decir que la música, y lo función social que cumple, así como lo que se quiere transmitir con ella, va a depender en gran medida de la cultura o sociedad en la que esté.
Nombrando a T. Adorno de nuevo, éste nos dice que la música no tiene trama de sentido, sino que consta de evocaciones no siempre intencionales o comunicables. La música estaría cerca de lo propiamente comunicable pero no se acabaría en las intenciones y/o fines. En la ejecución musical lo que interesa es el contenido, lo que acaece en el propio devenir de la música, y todo esto porque las formas musicales son su propia determinación.
De esta forma, es la misma música la que se establece a sí misma. De esto se deriva que sea intraducible desde el lenguaje verbal humano.
Como dice T. Adorno: “la música mira con ojos vacíos a quien la escucha, y cuanto más profundamente se sumerge uno en ella, más incomprensible resulta lo que ella deba ser, hasta que uno aprende que la respuesta, si es que una respuesta así es posible, no yace en la contemplación, sino en la interpretación. Es decir, que sólo resuelve el enigma de la música quien sabe tocarla como un todo. Destacar el carácter enigmático de la música seduce para preguntar por su Ser, mientras que al mismo tiempo el proceso que condujo hasta ahí prohíbe la pregunta. La música no posee objeto, no domina el nombre, y con ello apunta a su propio hundimiento”.
Donde más se ve la interrelación entre música y lenguaje es precisamente en el canto. El aprendizaje de canciones permite acercarse al texto (discurso verbal), comprendiendo éste a través de la dimensión sensible que ofrece el soporte tímbrico, melódico y armónico de la propia música. El canto permite un acercamiento profundo al uso de la palabra en el lenguaje poético. Éste es uno de los aspectos claves en la vivencia de la musicalidad de la lengua.
Se podría decir, y parafraseando a Theodor Adorno, que la música es semejante al lenguaje, pero no es lenguaje, porque es sucesión temporal de sonidos articulados; y no es un lenguaje porque no constituye un sistema de signos, no tiene referencia a un ámbito de conceptos. Por otra parte, la música aspira a un lenguaje (de sonoridades y símbolos) sin intenciones, aunque significativa.
Es importante decir que la música, y lo función social que cumple, así como lo que se quiere transmitir con ella, va a depender en gran medida de la cultura o sociedad en la que esté.
Nombrando a T. Adorno de nuevo, éste nos dice que la música no tiene trama de sentido, sino que consta de evocaciones no siempre intencionales o comunicables. La música estaría cerca de lo propiamente comunicable pero no se acabaría en las intenciones y/o fines. En la ejecución musical lo que interesa es el contenido, lo que acaece en el propio devenir de la música, y todo esto porque las formas musicales son su propia determinación.
De esta forma, es la misma música la que se establece a sí misma. De esto se deriva que sea intraducible desde el lenguaje verbal humano.
Como dice T. Adorno: “la música mira con ojos vacíos a quien la escucha, y cuanto más profundamente se sumerge uno en ella, más incomprensible resulta lo que ella deba ser, hasta que uno aprende que la respuesta, si es que una respuesta así es posible, no yace en la contemplación, sino en la interpretación. Es decir, que sólo resuelve el enigma de la música quien sabe tocarla como un todo. Destacar el carácter enigmático de la música seduce para preguntar por su Ser, mientras que al mismo tiempo el proceso que condujo hasta ahí prohíbe la pregunta. La música no posee objeto, no domina el nombre, y con ello apunta a su propio hundimiento”.
Algunas preguntas importantes que se han realizado diferentes músicos, filósofos, musicólogos, antropólogos sociales y psicólogos con respecto a la música son las que siguen: ¿es la música un lenguaje? ¿Es la música un lenguaje únicamente espiritual? ¿Qué modo de pensamiento incita y desarrolla el lenguaje de la música? ¿Hasta dónde es posible pensar en la música como un lenguaje?
La música sí guardaría relación con el lenguaje pero como expresión espiritual para interpretar el mundo.
Habría que decir que la música puede proveer de oportunidades para explorar el poder expresivo del lenguaje verbal. Los seres humanos pueden llegar a comprender de mejor forma los caminos por los cuales el lenguaje crea una respuesta intensamente personal, gracias a su propia entonación o al refuerzo efectivo de la música.
Según Walter Benjamín, con nuestros conocimientos actuales, sólo el hombre y la mujer tienen una lengua perfecta en cuanto a universalidad, intensidad y dominio. Esto supone decir que más allá de la concepción propiamente burguesa que mantiene que el medio de expresión es la palabra, tenemos esta dimensión del lenguaje que formula su posibilidad en la facultad de dar nombres a las cosas y así poner en palabras su espiritualidad, pues en el nombre, el ser espiritual del hombre se comunica con Dios. Esta identidad entre el ser espiritual y lenguaje está en el concepto de revelación, el contraste entre lo expresado y lo expresable con lo inexpresable y lo inexpresado.
Siguiendo de nuevo con T. Adorno, la música también puede ser y es mediación, aunque dicha mediación se despliega por un código diferente a la del lenguaje significativo de las palabras: “la música rompe sus intenciones dispersas con su propia fuerza y las deja reunirse para configurar el nombre”. La música no tiene trama de sentido, sino que consta de evocaciones no siempre intencionales o que se puedan comunicar.
La música se circunscribe a sí misma, y es una verdadera forma del conocimiento para sí misma y para los entendidos en este arte. De esto se desprende su carácter intraducible y su condición de enigma, no pudiéndose traducir del todo, descifrar, comprender desde la propia racionalidad lógica, en definitiva, desde el lenguaje verbal humano.
La música es algo que, además de a la esfera intelectual, iría en gran medida directamente al plano emocional y espiritual del hombre.
La música, en parte, sí se puede explicar desde un punto de vista científico, por decirlo de algún modo, (la armonía, el lenguaje musical, las formas musicales, reglas compositivas, la acústica…), pero la significación, el mensaje último, la globalidad y totalidad de lo musical irían a parar de forma automática al plano más emocional, afectivo y emotivo de nuestra mente. La música, básicamente, estaría hecha para ser sentida y vivenciada en lo más insondable de nuestro espíritu (pensamiento), puesto que la significación ulterior vendría dada por el plano más místico y espiritual de nuestro cerebro.
La música es muy difícil de traducir desde el punto de vista del lenguaje verbal; es verdaderamente inefable, un lenguaje simbólico y poético insondable. La música nos sugiere, nos evoca; nos lleva por los caminos de lo eterno y lo inexpresable. Las evocaciones que nos produce la música, entre otras, pueden ser de inmensidad, magnificencia, excelsitud, abatimiento (tristeza), meditación, profunda comunicación con todo lo que nos rodea, honda armonía y paz, equilibrio, conciliación, gran nivel de deleite estético y adquisición de un sentido vital-espiritual.
La música sí guardaría relación con el lenguaje pero como expresión espiritual para interpretar el mundo.
Habría que decir que la música puede proveer de oportunidades para explorar el poder expresivo del lenguaje verbal. Los seres humanos pueden llegar a comprender de mejor forma los caminos por los cuales el lenguaje crea una respuesta intensamente personal, gracias a su propia entonación o al refuerzo efectivo de la música.
Según Walter Benjamín, con nuestros conocimientos actuales, sólo el hombre y la mujer tienen una lengua perfecta en cuanto a universalidad, intensidad y dominio. Esto supone decir que más allá de la concepción propiamente burguesa que mantiene que el medio de expresión es la palabra, tenemos esta dimensión del lenguaje que formula su posibilidad en la facultad de dar nombres a las cosas y así poner en palabras su espiritualidad, pues en el nombre, el ser espiritual del hombre se comunica con Dios. Esta identidad entre el ser espiritual y lenguaje está en el concepto de revelación, el contraste entre lo expresado y lo expresable con lo inexpresable y lo inexpresado.
Siguiendo de nuevo con T. Adorno, la música también puede ser y es mediación, aunque dicha mediación se despliega por un código diferente a la del lenguaje significativo de las palabras: “la música rompe sus intenciones dispersas con su propia fuerza y las deja reunirse para configurar el nombre”. La música no tiene trama de sentido, sino que consta de evocaciones no siempre intencionales o que se puedan comunicar.
La música se circunscribe a sí misma, y es una verdadera forma del conocimiento para sí misma y para los entendidos en este arte. De esto se desprende su carácter intraducible y su condición de enigma, no pudiéndose traducir del todo, descifrar, comprender desde la propia racionalidad lógica, en definitiva, desde el lenguaje verbal humano.
La música es algo que, además de a la esfera intelectual, iría en gran medida directamente al plano emocional y espiritual del hombre.
La música, en parte, sí se puede explicar desde un punto de vista científico, por decirlo de algún modo, (la armonía, el lenguaje musical, las formas musicales, reglas compositivas, la acústica…), pero la significación, el mensaje último, la globalidad y totalidad de lo musical irían a parar de forma automática al plano más emocional, afectivo y emotivo de nuestra mente. La música, básicamente, estaría hecha para ser sentida y vivenciada en lo más insondable de nuestro espíritu (pensamiento), puesto que la significación ulterior vendría dada por el plano más místico y espiritual de nuestro cerebro.
La música es muy difícil de traducir desde el punto de vista del lenguaje verbal; es verdaderamente inefable, un lenguaje simbólico y poético insondable. La música nos sugiere, nos evoca; nos lleva por los caminos de lo eterno y lo inexpresable. Las evocaciones que nos produce la música, entre otras, pueden ser de inmensidad, magnificencia, excelsitud, abatimiento (tristeza), meditación, profunda comunicación con todo lo que nos rodea, honda armonía y paz, equilibrio, conciliación, gran nivel de deleite estético y adquisición de un sentido vital-espiritual.


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